Entre diosas y reinas

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Jéssica dos Santos. Foto: André Frutuôso

Entre diosas y reinas

Libertad, no por casualidad, es una palabra femenina. Femenina como fuerza, como casa, como senzala(casa de esclavos). El sábado 20 de enero, la Senzala do Barro Preto abrió sus puertas a la 39ª edición de la Noite da Beleza Negra. Pero la noche, la belleza, las negras y toda la fuerza femenina de las diosas del Ilê Aiyê atravesaron puertas y paredes y tomaron cuenta de toda la Libertad.

Jéssica dos Santos. Foto: André Frutuôso

Como suele suceder cada año, la Rua do Curuzu estaba llena de gente, la mayoría negra. Los bares en camino de Ilê estaban sintonizados en la TV, donde se estaba transmitía toda la fiesta. Por los celulares, la población acompañaba los stories de quienes estaban dentro y en las calles estrechas y coloridas habían carteles de hinchas. Dueñas de casa alquilaban plazas de aparcamiento, dueñas de restaurantes hacían más frijoles, dueñas de sí desfilaban sus coronas de cabellos y turbantes. En en barrio Libertad, las mujeres son las dueñas del mundo, de día y de noche.

La Noite da Beleza Negra es – junto con el sábado de Carnaval – una de las fechas más importantes del año de Ilê Aiyê. La “casa de los negros” vivía un clima de fiesta, con las presentaciones de ocho de las 16 candidatas al título de Diosa del Ébano. En el intervalo entre el primero y el segundo grupo, ante los jurados, el escenario de la Senzala abrió una grieta en el tiempo y todos los que allí estaban fueron transportados a un lugar ancestral. Eran la voz y la presencia de Seu Mateus Aleluia, una entidad viva, entonando cánticos para Iemanjá. “Senhoras Donas Bahias”, las mujeres negras entraron enseguida, vestidas de claridad y bendiciendo a un niño que recibió un baño de hojas y flores, allí mismo, en el centro del axé. La vida después de todo, es así: ese espectáculo que sucede mientras se parpadea incrédulo en medio de todo. Milagros del pueblo, de los que suceden todos los días, como las trivialidades de otra noche de verano en Bahía.

Jéssica dos Santos. Foto: André Frutuôso

Cosas del Ilê, que después del intervalo espectacular trajo las ocho candidatas que aún no se habían presentado para el pueblo. Diosas y reinas, varias hijas de Iansã y Oxum, venidas de Nazaré, Cabula, Carmo e incluso de Georgia, en Estados Unidos. Pero cuando ella entró, todo cambió. Jéssica Nascimento ya vino coronada. En pocos minutos, mostró lo que hace una mujer negra resistir y existir: autoconfianza. Cuando Jéssica se asomó en el palco y lució ante el público, logró lo imposible: detuvo el tiempo. Brazo erguido, postura altiva, mirada de reina. Se quedó así por unos segundos, dominadora, plena de sí y de su mundo. Dueña y divina. Y nadie creía en lo que veía, pero todos fueron testigos de otro de los milagros del Ilê. La reina sonrió ya convertida en diosa, siguió su danza y hasta quien estaba lejos la aplaudió, porque en el Ilê los súbditos también son reyes y reinas. Milagros del pueblo. Milagros del Ilê.

Michele Louvores
Productor de contenido

Supervisión:
Fernanda Slama
Coordinadora de Contenidos

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